BIOGRAFIA MADRE MERCEDES JIMÉNEZ URZÚA
FUNDADORA DE LA CONGREGACIÓN DE “MISIONERAS GUADALUPANAS”
“HEME AQUÍ SEÑOR, ENVIAME”
He aquí la vida de una gran mujer: La Madre Mercedes Jiménez Urzúa mujer que supo vivir el amor y el perdón en grado heroico, supo hacer de su vida, una respuesta generosa a Dios.
El día 3 de noviembre de 1871 nació en el estado de Jalisco, en un bonito lugar llamado Zapotlán el Grande, hoy Ciudad Guzmán.
Don Jesús Prócoro Jiménez y Doña María de Jesús Urzúa, ambos de origen mexicanos fueron los colaboradores de Dios, pues ellos fueron los padres de Mercedes Jiménez.
El 13 de noviembre de 1871 recibió el sacramento del Bautismo por el Sr. Presbítero Don Antonio de Zúñiga Ibarra en la Parroquia del Zapotlán, recibiendo el nombre de: María Merced Carlota de Jesús Jiménez Urzúa; sus padrinos fueron: Don José Ma. Urzúa y Doña Micaela Ochoa.
Fue Confirmada en la misma Parroquia a los 20 días del mes de Febrero del año de 1873, este sacramento lo recibió de manos del ilustrísimo y reverendísimo Señor Don Pedro Loza, Arzobispo de Guadalajara, Jalisco.
Mercedes fue una niña muy piadosa que vivió siempre en amistad con Dios. Tenía gran amor a la Virgen y a Jesucristo en la Eucaristía. Así recibió con devoción y alegría su Primera Comunión.
A la edad de 31 años, recibió la llamada de Cristo para ser religiosa y respondiendo generosamente decidió formar parte del grupo de señoritas que fundaba la Congregación que hoy es: “Siervas de Jesús Sacramentado” en el año de 1904. Permaneciendo en ese lugar mes y medio. Se retiro e ingreso con las Adoratrices del primer monasterio de Guadalajara, Jal., y como Dios prueba de diferentes maneras, permitió una enfermedad a Mercedes, por lo que tuvo que salir del convento, antes de terminar su noviciado.
Llena de tristeza y dolor, pero obedeciendo a lo que Dios le pedía fue a reunirse con su hermano el Sr. Cura Don Arnulfo Jiménez Urzúa que era sacerdote en Atotonilco el Alto, donde permaneció por poco tiempo, pues le era difícil apagar el ansia que llevaba dentro de querer ser religiosa.
Llevó una vida ejemplar, preocupándose por hacer la voluntad de Dios, a ejemplo de Madre Santa de Guadalupe que siempre hizo la voluntad de Dios aún en medio del dolor.
Ella vivió en Guadalajara, y se hospedo en la casa de la honorable familia de Don Joaquín Aceves, amigo íntimo de sus padres. El señor Joaquín la colocó en una fábrica de San José de Analco, cumpliendo fielmente su trabajo.
Mercedes fue una señorita con gran cultura, sabía convivir con los pobres, niños, jóvenes, adultos, etc. Siempre vivió una vida de oración, de reflexión, atenta a la voluntad de Dios, asistía a Misa al templo de San Sebastián de Analco para alimentar su vida espiritual, pues sabia que solamente al estar en unión profunda con el Señor, ella encontraría el sentido y la misión de su existencia.
Ahí Mercedes se encontró con un Sacerdote ejemplar que tenía su mismo ideal. FUNDAR UNA CONGREGACIÓN RELIGIOSA, pero esto no se realizó sino de repetidos encuentros y de haber pasado una serie de pruebas en las que el Señor iba clarificando su voluntad. Este santo varón fue EL PADRE MANUEL ESCANES TORRES.
Quien con anterioridad había tenido un sueño, en donde Dios le dio a conocer las palabras que le daría como clave la persona con la que tenía que fundar. Esas mismas palabras las escuchó de la señorita Mercedes cuando le confesó: “Padre vengo desesperada, traigo mi corazón chorreando sangre” ¡No cabe duda! Dios quería que ellos iniciaran la obra en bien de los niños pobres; obediente a la voluntad de Dios, comenzaron a planear la obra.
Así el 16 de diciembre de 1916 nació en la Iglesia una nueva familia religiosa: con el nombre de “Esclavas Guadalupanas del Divino corazón de Jesús” hoy llamadas “Misioneras Guadalupanas”.
Deseando brindar casa y educación a la niñez y juventud desamparada. Comenzaron a trabajar la señorita Mercedes, acompañada de Julia Ramírez. Recogieron a 6 niñas huérfanas de la calle y como toda obra que inicia, eran pobres, no tenían bienes materiales para vivir y recibían ayuda de las personas generosas, así como de limosna del Templo de San Sebastián y con lo que los mercados vecinos aportaban para el sostenimiento de las niñas.
Para ellas que amaban tanto la Eucaristía fue un día gozoso el 12 de octubre de 1922 cuando el Excelentísimo Señor Arzobispo Don Francisco Orozco y Jiménez visitó la comunidad y por primera vez les dejó a Jesús Hostia Santa. Para estas fechas la comunidad ya contaba con 3 casas y atendía a 177 niñas.
En 1925 en el mes de noviembre, ambos fundadores realizaron un viaje a la Ciudad de México, acompañándolos la Señorita María Villegas quien se había incorporado a la obra en enero de 1918: su objetivo de ese viaje era llegar a los pies de Madre Santa y Consagrarle el naciente Instituto.
En 1926 desencadenó la Revolución Cristera en México, donde se prohibió hablar de Dios. Cerraron templos, colegios y conventos, por lo que la Madre Mercedes en 1927 tuvo que emigrar a Estados Unidos, para proteger a su familia Religiosa de la persecución, llevándolas a otro país y después de varias semanas regresaron. Cuando Dios ama su obra, la va purificando poco a poco, para hacer resaltar su belleza.
En el año de 1930 la autoridad de la Iglesia de Guadalajara, decidió que el Padre Manuel Escanes dejara la obra de la Congregación. El ambiente para la Madre Mercedes por este doloroso acontecimiento fue sumamente difícil.
El día 3 de enero de 1932 la Señorita Mercedes recibe la CONSAGRACIÓN COMO RELIGIOSA MISIONERA GUADALUPANA” por el Señor Arzobispo Don Francisco Orozco y Jiménez, esto fue en Guadalajara, Jalisco.
En 1934 nuevamente recibe otra prueba la Madre Mercedes, pues en tres diferente ocasiones fueron encarceladas las hermanas. Las hermanas que fueron lo suficientemente afortunadas para atravesar la frontera, se hospedaron en el convento de Santa María, Santa Fe Nuevo México, donde ellas trabajaban en misiones pobres y pueblos indios del Estado; se ganaron el corazón de los indios. Algunos lugares donde vivió la Madre Mercedes y sus religiosas fueron: Azusa, Cal., Santa Fe Nuevo México, San Antonio Texas. Ahí trabajaron con entrega y alegría en: misiones, escuela de verano, auxiliando a sacerdotes. En Estados Unidos de Norteamérica vivían pobres y sacrificadas. Por eso la Madre Mercedes nos dejó el lema de ¡SOLO DIOS!
Las religiosas que estuvieron con ella compartiendo alegrías y tristezas afirman que: Sabía unir la dureza y la amabilidad, daba un trato delicado a los niños y le disgustaba que los maltratasen sus religiosas.
La Madre Mercedes sufrió persecuciones, destierros, calumnias, críticas, desprecios y en todos estos momentos siempre se abandonó en Dios y en Madre Santa de Guadalupe. Por el trabajo de cada día, afirman que fue una mujer de: Gran fe, fuerte ante el dolor, abnegada en el servicio, de gran amor a la Eucaristía, Gran capacidad de vivir el anonadamiento de Cristo, siempre confió en la voluntad de Dios, Mujer culta y de elegante expresión, disciplinada, sumamente limpia.
Todos sus escritos, los inició con la frase bíblica: “HEME AQUÍ SEÑOR ENVIAME”.
La Madre Mercedes tuvo que practicar en un grado mayor la abnegación y la obediencia al tener que separarse de la Congregación por orden de las autoridades de la Iglesia el 2 de junio de 1938, muriendo así a sus anhelos y sufriendo el abandono con mucho amor.
El 16 de septiembre de 1954 pasó a formar parte de los elegidos de Dios en el cielo. Siempre estuvo preparada espiritualmente, se mantuvo unida a Dios. Estuvo lúcida, hasta el momento de su muerte, se sentó en la cama, con gran entereza, estuvo orando y bendiciendo a todos, inclinó la cabeza y murió.
Le enfermedad que termino su existencia fue UREMIA, fue sepultada en el Panteón de colman en San Francisco, California y en su lapida decía: “Madre Mercedes Jiménez Urzúa. Fundadora de la Congregación de Misioneras Guadalupanas, Guadalajara, Jal.
Durante 43 años, después de su muerte la Madre Mercedes estuvo sepultada en Colman, hasta que las encargadas de la Congregación a partir de 1981, iniciaron los trámites necesarios para trasladar sus restos a la Ciudad de Guadalajara, Jal. Sus restos fueron trasladados a la Casa General de las Misioneras Guadalupanas el 13 de diciembre de 1996.